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El rincón de los libros dormidos

Fue una de las bibliotecas más importantes de la ciudad desde su apertura en 1884. De hecho, su sede y parte de sus fondos sirvieron para crear la primera Biblioteca Pública Provincial entre 1954 y 1972. Pero desde hace ya muchos años, la Real Sociedad Económica Sevillana de Amigos del País no ha vuelto a encontrar una solución duradera ni estable para los miles de volúmenes que hoy dormitan en una sala de la calle Jesús de la Vera Cruz.
POR Sonia Domínguez / SEVILLA, 1 de febrero de 2018

Tras su nombre largo y grandilocuente, Real Sociedad Económica de Amigos del País, se esconde la historia de un tipo de asociación que floreció por toda España en el Siglo de las Luces y que en Sevilla, desde 1777, pretendió transformar la situación económica, social y educativa de una ciudad que entonces contaba con poco más de 60.000 habitantes, y que estaba aquejada de profundos problemas de pobreza y analfabetismo.

Todavía hoy algunas de sus acciones, más o menos prolongadas en el tiempo, desprenden un halo de modernidad, con sus investigaciones sobre nuevos sectores productivos; sus escuelas profesionales, como las de Hilados y Claves; las Cátedras de Matemáticas o Agricultura, y sus escuelas para mujeres -las llamadas escuelas amigas-, niños pobres u obreros.

Por citar algunos de sus logros más mencionados, la Real Sociedad Económica Sevillana de Amigos del País (RSESAP) fue el germen de la Escuela de Comercio y del Conservatorio de Música.

Como dejó escrito en su tesis la profesora de pedagogía Consuelo Alarcón, las sociedades económicas mantuvieron “un espíritu abierto a toda propuesta que viniera de Europa y a la vez fuera innovadora: su gran deseo era renovar ciertas estructuras”. “Fueron realmente progresistas”.

Dentro de esos ánimos transformadores a través de la educación se encuentra el porqué de la creación de una biblioteca, con obras útiles de agricultura, artes, industria, navegación o comercio.

Aunque la idea de crear una buena biblioteca surgió casi desde los orígenes de la Sociedad -cada socio a su entrada tenía que regalar un ejemplar-, no fue hasta finales del siglo XIX cuando se logró el objetivo.

Alarcón destacó en su tesis la figura de Francisco de Paula Collantes de Terán, bibliotecario entre 1875 y 1878, quien no sólo donó parte de su colección, sino que también sufragó parte del mobiliario; un ejemplo que sería seguido por otros socios.

Alejandro Guichot y Sierra añade en El Cicerone de Sevilla a otros donantes ilustres, como José Hidalgo y Colón, José María de Vera o Juan de la Cruz Cisneros, y cuenta que, abierta desde 1884, estaba dispuesta principalmente para “obreros, industriales, estudiantes y aficionados”.

Según este antropólogo y docente, en 1925 la Biblioteca Municipal de Sevilla contaba con 4.500 volúmenes todavía sin catalogar, mientras que el registro de la Económica contabilizaba 13.100 ejemplares, clasificados por el sistema decimal.

La calidad de su fondo de obras antiguas, y el ofrecimiento de su sede, convencieron al Ministerio de Educación Nacional para que en 1954 la RSESAP acogiese la primera Biblioteca Pública Provincial, solucionando así una carestía histórica en nuestra ciudad.

Curiosidad lectora

En su libro 50 años de Lectura Pública, la bibliotecaria y documentalista Juana Muñoz contaba que “la Biblioteca que poseía la Real Sociedad Económica había ido perdiendo importancia en los últimos años, por dificultades económicas sobre todo. Las subvenciones de algunas entidades oficiales se fueron reduciendo y la consecuencia fue el decaimiento progresivo de la función docente de la Biblioteca, rica en volúmenes y en categoría de sus fondos”.

“Todo ello podría explicar el entusiasmo de todos sus miembros en adherirse a un plan de reformas de sus instalaciones, de modernización de sus fondos y ampliación de sus servicios a todas las categorías de público”, añadía.

 

Inaugurada el 2 de octubre de 1959, la Biblioteca de la RSESAP despertó una “oleada de curiosidad” entre los sevillanos. “Hemos comprobado verdadero interés y afición a la lectura por parte de los asistentes”, como quedó recogido en los escritos oficiales.

Las carencias de medios económicos y la falta de personal acompañaron la gestión de este centro que, finalmente, acabaría cerrando en 1972 por la declaración de ruina del edificio situado en el número 25 de la céntrica calle Rioja.

Reabierta de nuevo en Jesús de la Vera Cruz en los años 80, la falta de personal cualificado, de nuevo las carencias presupuestarias para afrontar tanto la informatización como el acondicionamiento del local, han acabado por convertir en perenne la problemática de esta Biblioteca.

Ya en los años 90 se cifraba en 26 millones de pesetas la inversión necesaria para informatizarla y, aunque llegó a firmarse un convenio con la Junta de Andalucía en el 2000 para la catalogación e integración en el sistema bibliotecario andaluz, este proyecto nunca llegó a concretarse.

Juana Muñoz recuerda que ese plan de salvaguarda de los fondos patrimoniales, que sí se pudo realizar en el caso de las bibliotecas de la Real Academia de Buenas Letras y de la Fundación Focus-Abengoa, no pudo hacerse extensivo a la Económica. La dimensión del trabajo que había que realizar coincidió con las restricciones económicas y, desde entonces, la problemática se ha seguido arrastrando.

¿Una quimera?

Hoy, una visita a esta biblioteca genera desazón y ofrece un reflejo claro de las dificultades que acarrea haber conseguido crear un patrimonio bibliográfico sin disponer de presupuesto para mantenerlo y conservarlo.

Miles de ejemplares de los siglos XVI al XIX, nadie sabe precisar cuántos ni cuál es su estado o su valor, dormitan en una sala que se abre sólo por petición previa y que causa los desvelos de las voluntarias implicadas en insuflar vida a esta asociación.

 

Monserrat Casanova es la más veterana de ellas. Lleva 18 años formando parte de su Junta Directiva y su lista de deseos es clara. Necesitan ayuda económica y especializada para catalogar, digitalizar si es posible, así como inventariar en el caso del Archivo, que reúne no sólo los Libros de Actas de la Económica, sino también investigaciones y otros documentos en 279 cajas sin identificar.

Además, les gustaría poder disponer de una sala de consultas y abrirla al público. ¿Una quimera en los tiempos que corren?

Es ella quien va explicando las distintas secciones en las que están ordenados los libros: Filosofía, Religión, con una colección de Biblias en distintos idiomas como el árabe o el polaco; Medicina, Historia, Política, Educación, Derecho, Música

En un armario bajo llave custodian los ejemplares más antiguos, como una de las primeras biografías de Santa Teresa de Jesús de 1614, una Recopilación de Leyes de los Reynos de las Indias (1774) o, ahora que está tan de moda, un manual de Política contra la Peste, escrito por Francisco Salado Garcés y Ribera en 1655.

Distintos ejemplares del Quijote, Los Lusiadas de Camoes (1887) o la colección completa de las obras de Cicerón ocupan la balda de Literatura, mientras que las obras de José Gestoso, Collantes de Terán, o los Anales de Sevilla reposan en la de Temas Sevillanos.

Por este fondo bibliográfico ha pasado el agua y la humedad, las ratas, los traslados, el polvo y el olvido.

María José Hoyuela, otra de las voluntarias, destaca que “la gente ignora la historia que hay aquí. En el Archivo no sólo hay documentos de política, e investigaciones sobre los cultivos o las aguas del río Guadalquivir. La Económica fue germen de mucha gente erudita que quería fomentar la economía y que estaba muy preocupada por la educación, sobre todo femenina”.

A través de los talleres de restauración que se llevaron a cabo del 2000 al 2005 han podido, por ejemplo, salvaguardar los Libros de Actas; distintos becados las han ayudado a empezar un registro -sólo el de Educación está completo – y ahora mismo una archivera sevillana, Pilar Cárdenas Benítez, quiere empezar a inventariar un Archivo que, en teoría, se considera “fundamental para conocer la situación económico-social desde finales del siglo XVIII hasta mediados del XIX”.

Aunque han sopesado distintas opciones, como vender parte del fondo bibliográfico para costear el inicio de la catalogación y restauración o hacer donaciones a alguna institución pública afín, no han tomado ninguna decisión. A las negativas en sus búsquedas de patrocinio privado se une que, actualmente, la RSESAP no cuenta más que con 20 personas asociadas y no recibe ningún tipo de subvención.

Sola, la Económica no puede. Mientras, el tiempo y los cambios pasan veloces, y los libros duermen en su rincón.

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