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Encuesta a buscadores de libros (2ª parte)

Las razones de un bibliófilo no se parecen a las de otro. Esta es la segunda parte de una encuesta realizada a una serie de buscadores de libros, no necesariamente vinculados con el sector del libro o la cultura, que busca indagar en sus diferentes razones bibliófilas.
POR Mauricio Calderón / Sevilla, 1 de junio
PREGUNTA: La frase de Connolly según la cual todo coleccionista de libros está tratando de reconstruir su juventud, ¿qué le parece?
José Ignacio Abeijón, galerista (Madrid): Una soplapollez. Me recuerda a los eslóganes de Todocolección.
José Francisco Díaz, piloto de helicóptero (Almería): Visto desde mi experiencia, que no podía permitirme su compra y apenas tenía librería de viejo ni ambiente literario a mi alrededor, dado que idolatraba el libro como objeto, me gustaba poseerlo, sobre todo una vez leído y era de mi agrado, una vez que pude y mi situación económica mejoró, he ido forjando la biblioteca que me hubiera gustado tener. Tal vez eche de menos mirar a un lado y encontrar un buen lote de tebeos, como hubiera deseado entonces, pero hay que elegir.
Manuel García, abogado (Madrid): Que en mi caso no es cierto. Mis tendencias coleccionistas han ido avanzando con la edad y cada vez me interesa menos el pasado y más el futuro. Como me es imposible encontrar los libros del futuro me gusta coleccionar los que en algún momento lo invadieron. La juventud no se puede reconstruir, hay que intentar alargarla.
Alfonso Meléndez, tipógrafo (Madrid): Bastante ajustada a la realidad, y más conforme va uno cumpliendo años sin remedio.
Álex Pons, bibliotecario (Barcelona): Puede ser cierta en menor o mayor grado. Uno siempre recuerda los primeros besos, la primera novia y la primera relación, pero también una lectura o varias en particular. En mi caso fue La isla del tesoro, una edición ilustrada de la que no he hallado correspondiente ejemplar; no he llegado a localizar una única edición que llegue a corresponder a la imagen cristalizada en mis borrosos recuerdos infantiles. Solo me pasa con ese libro y uno o dos más. Por cierto, tengo varios ejemplares de la espléndida Isla del Tesoro de Junceda, el último ejemplar lleva, hecho con imprentilla, el nombre de un anterior propietario llamado ‘Alejandro Pons 1929’. Cuando lo encontré hace un par de meses fue comparable en alegría a lo anteriormente dicho con Torres-García. Los libros son una fuente inagotable de alegrías y sorpresas: leyéndolos y coleccionándolos.
José Tudela, jurista (Zaragoza): Personalmente, no me veo reflejado. Me he preguntado porqué colecciono libros y por qué me atrae singularmente encontrarme con palabras manuscritas, bien sea de mis escritores favoritos, bien de aquellos más alejados de mis preferencias. No he encontrado respuesta. ¿Acercarme más a su obra, y en especial al autor, al personaje? ¿Fetichismo coleccionista -soy propenso-? ¿La pasión por descubrir obras, autores, portadas, bellezas olvidadas? No lo sé. Supongo que de todo un poco. Pero no llego a encontrarme con mi juventud.
PREGUNTA: ¿Cuál es el sitio más raro donde ha comprado libros?
José Ignacio Abeijón, galerista (Madrid): No recuerdo. ¿Wallapop?
José Francisco Díaz, piloto de helicóptero (Almería): No he conocido sitios raros, tal vez curiosos, como algunas librerías de viejo con parecido a una buhardilla olvidada y llena de enseres. Como no pude disfrutar rebuscando en ellas en edad más temprana, ahora me parecen sitios fantásticos. Algunos rincones de El Rastro de Madrid son un buen ejemplo.
Manuel García, abogado (Madrid): En una peluquería de Mallorca.
Alfonso Meléndez, tipógrafo (Madrid): En el rastrillo de una parroquia.
Álex Pons, bibliotecario (Barcelona): Nunca he comprado libros en peluquerías ni en antiguos locales de alterne como Juan Bonilla. Me encantan los rastros y encantes y he recorrido muchos de varias ciudades de Europa. Supongo que lo más raro, que no es mucho, ha sido comprarlos en almacenes dedicados principalmente a muebles de segunda mano.
José Tudela, jurista (Zaragoza): En una tienda de alimentación en Ciudad de México encontré libros interesantes, O en una alacena escondida en una tienda de decoración en Ronda. Estaba repleta de buenos libros ingleses que, obviamente, estaban decorando. Pude comprar alguno.
PREGUNTA: ¿Cuáles son las piezas más preciadas de su biblioteca?
José Ignacio Abeijón, galerista (Madrid): Algún documento raro de Arte Concreto Invención, como es la invitación a la cena de despedida de Tomás Maldonado, que dejaba Argentina para irse a Ulm. Muy friky.
José Francisco Díaz, piloto de helicóptero (Almería): Mis mayores logros, a los que añadiría Alma América (1906), de Santos Chocano, ilustrado por Juan Gris, o Castalia Bárbara (1899), de Ricardo Jaimes Freyre. Un poemario de Francisco Villaespesa.
Manuel García, abogado (Madrid): Además de La fortuna con seso, la primera edición ilustrada de las obras completas de Shakespeare publicadas por Tonson en 1709 que llegaron a mi biblioteca tras superar un turbio pasado.
Alfonso Meléndez, tipógrafo (Madrid): Demasiadas, pero por citar un pocos: Le Cirque d’Izis de 1965 con su camisa de Chagall y Za Cirkussem, de František Janura y Miroslav Pešan (Praga, Orbis, 1953);  Práce živá de Vladimir Hipman, de 1945. O los que tengo de Josef Sudek, Karel Ludwig, Jindrich Marco, Václav Jírů, Ferdinand Bučina… Demasiados, ya digo…
Álex Pons, bibliotecario (Barcelona): Por citar algunos solamente: el muy raro libro de Ramón Gómez de la Serna, El libro mudo de 1909, dedicado por él. Es un libro introspectivo, alucinante, surrealista antes del Surrealismo, escrito en un hotel de París bajo los influjos del haschisch o el opio según lo que creo, muy raro de encontrar en la edición original. Campos de Castilla (1912) de Antonio Machado es otro: lo conseguí el año que nació mi hijo Marc, en 2012. Machado es un ejemplo de humanidad, de inteligencia y de valores morales y republicanos sin ser religioso. Un libro que me chifla también es la Obra de los pasajes de Walter Benjamin, no es raro ni tan solo descatalogado, pero lo tengo en muy alta estima. Es un mamotreto inacabado y alucinante. Es una biblioteca en forma de libros.
José Tudela, jurista (Zaragoza: Algunas de ellas son manuscritos, como el original de Viacrucis de Gerardo Diego o un conjunto importante de cartas del propio Diego, Larrea, Antonio Machado, entre otros. Entre los libros, además del citado Epístolas y poemas, destacaría España en el corazón, en la edición de la guerra de Manuel Altolaguirre, con dibujo y dedicatoria de Neruda a Rafaela Barga, hija de Corpus Barga. Fue regalo de su heredero, al tiempo de haberlo visto en su biblioteca. Junto a ellos, la primera edición dedicada a mi abuelo de El romancero de la novia, de Diego; Nuevas Canciones, por su dedicatoria “Al gran Pepe Tudela); La Vorágine, con dedicatoria de José Eustasio Rivera a Juana de Ibarbourou, Las Kennungar y El idioma de los argentinos, dedicados por Borges; Veinte poemas de amor; Oscuro dominio, de Larrea, dedicado a mi tío abuelo Bernabé Herrero…
PREGUNTA: ¿Por qué libro le vendería el alma al demonio?
José Ignacio Abeijón, galerista (Madrid): Por ninguno. Por otras cosas a lo mejor sí.
José Francisco Díaz, piloto de helicóptero (Almería): Apuntando alto, El cantar del Mío Cid o la primera edición de El Quijote. En otro orden, Azul (1888) o Prosas profanas (1896) de Rubén Dario, o bien Soledades (1903) de Antonio Machado y Arias tristes (1905), de Juan Ramón Jiménez.
Alfonso Meléndez, tipógrafo (Madrid): Por un ejemplar potable del Abeceda de Zdeněk Tmej de 1946 o del Ballet de Alexey Brodovitch de 1945.
Álex Pons, bibliotecario (Barcelona): No le vendería ni a Dios ni al demonio porque tampoco creo en lo que se ha venido llamando alma, Dios y demonio, pero para contestar a la pregunta he soñado despierto muchas veces, desde hace años, con encontrar la maleta perdida de Walter Benjamin. Una maleta llena de cuadernos manuscritos de su puña y letra y que al transcribirlos, los estudiosos descubrirían unas tesis proféticas sobre la Historia, esta vez muy desarrolladas por WB, con las que podríamos poner solución a tanto desfase planetario. Escritos esotéricos, alquímicos, cabalísticos. Pura fantasía, lo admito.

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